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Agustín
IturraldeDirector Ejecutivo
Todos piden más
17/10/2025
La discusión presupuestal vuelve a mostrar un rasgo preocupante de nuestra política: la tendencia de casi todos los legisladores a sumarse al reclamo de más presupuesto para tal o cual cosa. Da igual el tema -educación, salud, cultura, fuerzas armadas o seguridad-, lo que se visualiza es siempre lo mismo: políticos haciendo foco en cuánto más debería gastarse en cada área. Resulta llamativo que en la coalición republicana nadie vea una oportunidad política en hacer lo contrario: en ser quien reclame menos gasto, no más. No es que a nadie le preocupe la salud de las cuentas públicas, pero en los énfasis políticos que se ven en la prensa y en las redes, el foco es casi siempre el aumento. Diputados adjudicándose el mérito por cierto incremento del gasto o lamentándose porque no se aumentó lo suficiente en tal otra cosa. Nunca un énfasis en señalar con nombre y apellido lo que hay que dejar de hacer o los gastos que deben reducirse; en mostrar el mérito de revisar estructuras, eliminar duplicaciones y medir resultados. Defender la eficiencia del Estado también puede ser una bandera popular. No sé si esto responde a convicción o a cálculo político. Apostaría por lo segundo, lo cual es llamativo. No conozco evidencia alguna que muestre que la mayoría de la ciudadanía -y menos aún los votantes opositores- sienta simpatía por la idea de que el Estado siempre necesita más plata. Por el contrario, presiento un hartazgo creciente con un sistema que gasta mucho y rinde poco. Pero demos por bueno -aunque no lo creo- que la mayoría de los uruguayos aún se afilia a una visión muy batllista del Estado y ve con buenos ojos su permanente crecimiento en recursos y funcionarios. ¿No existe acaso un nicho significativo para otros discursos? No tengo dudas de que un parlamentario de oposición, bien plantado en su rol de defensor del contribuyente y celoso guardián de la eficiencia del gasto público, tendría mucha más prensa e impacto político que otro diputado más compitiendo por pedir un poco más de dinero para tal o cual causa. Además, existe una inconsistencia evidente. Muchos políticos sufren de dualidad: critican -con razón- los malos números fiscales que este presupuesto depara, pero en la práctica cada uno exige más dinero para su causa. Como si el resultado macroeconómico no fuera la suma de esas decisiones micro. El déficit global no cae del cielo: es la consecuencia de esa lógica presupuestal incremental, siempre más para muchos, nunca menos para nadie. No tengo claro que ser el “malo de la película”, pidiendo bajar algunos gastos o negándose a aumentos sin claro impacto esperado, sea una estrategia ganadora. Pero seguro existe un nicho para quienes se animen a decir lo que no genera marchas, pero sí muchas sonrisas silenciosas frente a la TV: que el dinero no alcanza para todo, que no todo gasto público es virtuoso y que recortar puede ser tan necesario como invertir. La democracia necesita dirigentes que se diferencien. Durante la discusión presupuestal, nuestros parlamentarios se parecen demasiado unos a otros: todos piden más. Tal vez el verdadero liderazgo consista en ser el primero que se atreva a pedir menos.